En el 2022 estaba viviendo en las montañas andinas del Perú, rodeado de naturaleza y silencio.
Durante más de 12 años había acompañado procesos terapéuticos con medicinas ancestrales. Pero llegó un punto en el que me sentí vacío. Perdía energía, y lo peor: estaba transmitiendo esa inestabilidad a otros.
Me alejé de todo. Invertí mis ahorros en criptomonedas, convencido de que ese sería mi nuevo camino. Hasta que, una mañana cualquiera, mientras tomaba café y abría mi laptop… vi que todo había desaparecido. Mis ahorros. La hipoteca de mi casa. Todo lo que había construido. En un solo clic, se había esfumado.
Me sentía derrotado. Sin dinero. Solo. La persona que amaba se había ido meses atrás, y ahora ni siquiera tenía fuerzas para levantarme de la cama.
Pero dentro de mí, todavía quedaba una chispa. La necesidad de reencontrarme con algo más auténtico. De volver a servir, pero no desde lo subjetivo ni desde medicinas externas, sino desde la congruencia de un proceso real.
Salía a caminar por las montañas. Miraba el paisaje y me repetía: “Tiene que haber algo más grande.” Y un día, casi como un susurro, llegó la respuesta: Respiración.
El Breathwork apareció como un aire divino que me devolvió el sentido. No era una técnica de moda. Era la forma de conectar al ser humano con su cuerpo, con su verdad y con su poder de transformación.
Me comprometí de lleno. Pedí dinero prestado y me formé en Transformational Breathwork. Hice mis primeros talleres online, y aunque llegaron más de 150 personas, nadie compró. Estuve meses sobreviviendo con arroz y atún. Vendí mi auto para pagar una mentoría.
Y ahí entendí algo crucial: los coaches no fracasan por falta de vocación, sino por falta de sistemas para transformar y cobrar lo que vale su trabajo.
Con la guía adecuada y aplicando estrategias de negocio, pude empezar a conectar con clientes reales que estaban dispuestos a pagar. Mi vida cambió. Dejé de ser el coach frustrado para convertirme en facilitador premium.
De trabajar con 760 personas al año por mi cuenta, pasé —con One Breath— a impactar junto a mis estudiantes a más de 2,700 personas en un solo año.
Multiplicamos por 3 nuestra red de sanación a nivel global. Y lo más poderoso: mis estudiantes empezaron a vivir lo que yo había soñado… viajar, ayudar desde la congruencia y generar entre $2,000 y $5,000 USD extra al mes gracias al Breathwork.
Eso me confirmó que este era mi propósito. Y que no había perdido todo: había encontrado el camino que me esperaba.